El maíz en tiempos de Trump. Una oportunidad para repensar el TLC - Alianza por la Salud Alimentaria

El maíz en tiempos de Trump. Una oportunidad para repensar el TLC

Por: Yatziri Zepeda, de Proyecto AliMente @proy_alimente | @yatzirizepeda

22 de marzo, 2017. Desde principios de este siglo Estados Unidos se convirtió en el mayor productor y exportador de maíz del mundo. En 2015 produjo aproximadamente 391 millones de toneladas, 17 veces más que México y casi el doble que China, el segundo productor más importante. Esto se debe, en parte, a su mayor competitividad, pero sobre todo al enorme subsidio que otorga el gobierno estadounidense a la producción de maíz, un componente central de su política agrícola durante casi 4 décadas. Estos subsidios han promovido una sobreproducción, han generado impactos ambientales negativos importantes y han presionado los precios a la baja. Considerando el enorme consumo de maíz en México, poder acceder al maíz barato de EU como parte del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) parecía una buena idea. Sin embargo, los resultados no han sido tan positivos.

Primero, el precio artificialmente bajo del maíz que México importa de EU ha afectado negativamente a los pequeños productores mexicanos con fines comerciales, quienes simplemente no pudieron competir en el mercado. Los productores medianos y de gran escala han sido los más beneficiados de los subsidios y programas del gobierno mexicano para incrementar su productividad, protegiéndose así de la competencia con EU. A diferencia de los productores comerciales, las decisiones de los productores de subsistencia no responden al precio de mercado del maíz, sino a su necesidad de variedades nativas que poseen cualidades particulares con fines alimenticios y culturales. Por lo tanto, sorprendentemente, contra viento y marea, y gracias a sus vínculos con los mercados locales, la producción de estos pequeños productores se ha mantenido (y con ella los valiosos recursos genéticos de la agrobiodiversidad), particularmente entre los grupos indígenas.

En segundo lugar, el enorme subsidio al maíz en EU lo ha convertido en un insumo barato para la producción de etanol —un combustible que se puede producir a partir del maíz y de otros cultivos—. Durante la última década, EU ha estado desviando de manera incremental su producción de maíz dedicada al consumo animal y a las exportaciones hacia la producción de etanol. Durante estos años, entre 35% y 40% de la producción de maíz de EU ha sido usado para producir este combustible (!!!). Los precios bajos del maíz de EU también han generado una extensa red comercial de maíz entre EU y 180 países, directa o indirectamente. Cualquier disrupción en la oferta de maíz de EU puede resultar crítica para la seguridad alimentaria de los países que dependen de ella.

México produce todo el maíz blanco que consume (22.6 millones de toneladas), el cual es usado principalmente como alimento humano en la forma de tortillas y otros alimentos tradicionales. El maíz blanco también es usado para alimentar al ganado y, en menor medida, para elaborar otros productos procesados. Sin embargo, México importa de EU casi la totalidad del maíz amarillo que necesita (7.2 millones de toneladas), el cual es usado, en su mayoría, como alimento animal. La decisión de EU de destinar más maíz amarillo a la producción de etanol en 2005 resultó en un incremento en el precio del maíz amarillo importado, lo que llevó a la decisión de usar más maíz blanco producido localmente para alimentar al ganado y la cantidad disponible para tortillas y otros alimentos básicos se redujo, conduciendo a México a uno de los problemas más graves de seguridad alimentaria que haya vivido. Se estima que el costo del maíz representa aproximadamente 60% del costo final de las tortillas y que un incremento del 20% en el precio del maíz amarillo a causa de una mayor demanda para la producción de etanol en EU, transmitido al mercado mexicano de maíz blanco, incrementa los costos de la tortilla en 14%, afectando enormemente a los mexicanos más vulnerables. Un incremento en los precios del maíz en EU también incrementa el precio de los lácteos y de la carne. Se estima que el aumento en la demanda de agrocombustible de 2000 a 2007 representó el 39% del incremento en los precios reales del maíz a nivel global y que el número de gente que vive en inseguridad alimentario podría incrementarse en más de 16 millones por cada incremento porcentual en el precio real de alimentos como el maíz amarillo de EU.

Si bien la promesa de que el TLC reduciría el precio de la tortilla no se materializó, lo que sí se ha vuelto mucho, mucho más barato, es el jarabe de maíz alto en fructosa. Durante el último siglo, el consumo anual por persona de endulzantes altamente calóricos se incrementó en 18 kilos aproximadamente y el jarabe de maíz alto en fructosa (JMAF) representa más del 80% de las calorías adicionales consumidas cada día en la forma de endulzantes. Se estima que son los productores de JMAF los que han resultado más beneficiados del subsidio al maíz. Por ende, los productores de refrescos, los principales consumidores de JMAF han ahorrado aproximadamente 10 millones de dólares anuales y, aproximadamente, 1.7 mil millones desde mediados de los 80, cuando la industria refresquera empezó a usar JMAF en su productos. Si bien es difícil estimar el grado en el que precios bajos del maíz se han traducido en un mayor consumo de alimentos altamente calóricos y de bajo valor nutricional, no hay duda de que las políticas agrícolas de EU han beneficiado a las industrias que producen productos que impactan negativamente la salud pública. La sobreproducción de maíz causada por el subsidio también ha beneficiado la industria de la alimentación de ganado confinado en donde los animales son alimentados con maíz subsidiado en vez de pastos. Cabe señalar que esta industria tiene impactos ambientales realmente devastadores, incluyendo la resistencia a los antibióticos y enormes emisiones de gases de efecto invernadero.

Sin duda alguna, la seguridad alimentaria de los mexicanos —y, en general, el sistema de alimentación global— depende profundamente de las decisiones de política agrícola, energética y comercial de Trump. Ante un escenario así, parece que la renegociación del TLC podría ser una buena oportunidad también para que México repensara su política alimentaria que no puede estar separada de su política agrícola ni de su política comercial, ni de la de salud. Nadie cuestiona las ventajas del libre comercio internacional. En particular, el TLC resultó en la creación de cientos de miles de empleos, en mayor productividad y, en general, en mejores precios para los consumidores. Sin embargo, por sus características específicas, el libre comercio de productos agrícolas no puede ser tratado igual que el de otras manufacturas. El maíz que comemos, la leche que bebemos merece un tratamiento distinto a las pantallas planas que compramos. El acceso a alimentos de calidad es un derecho humano y constitucional. De hecho, la Organización Mundial del Comercio reconoce esas diferencias mediante las provisiones y tratamientos distintos que han sido integrados a los componentes agrícolas de acuerdos multilaterales.

Yo no tengo las respuestas pero sí tengo muchas preguntas ¿Es posible que un rediseño del TLC proteja a los pequeños productores comerciales y respete sus modos de vida como campesinos? ¿Es deseable un esquema de comercio de maíz en donde los productores de subsistencia sean incentivados a producir sus variedades nativas que son fundamentales para la seguridad alimentaria y para la conservación de la agrobiodiversidad? ¿Es posible lograr la coherencia entre nuestra política de comercio exterior con una política clara de nutrición? ¿Que nuestra seguridad alimentaria sea menos vulnerable ante políticas públicas que no dependen de nosotros? ¿Que el abasto de alimento esté garantizado a pesar de los choques económicos y de los eventos climáticos extremos? ¿Es posible un esquema en el que los beneficios de libre comercio se repartan de manera más equitativa? Este es un buen momento para pensar.

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Con información de Conabio. 2016. Ecosystems and agrobiodiversity across small and large scale maize production systems, feeder study to the “The Economics of Ecosystems and Biodiversity for Agriculture and Food”. La autora del artículo es parte del grupo principal de investigadores de este proyecto.

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