Comida sana vs. comida chatarra: agroecología vs. agricultura industrial - Alianza por la Salud Alimentaria

Comida sana vs. comida chatarra: agroecología vs. agricultura industrial

Agroecologia
 

Luis Eduardo Pérez Llamas | 16 de marzo, 2013. El capitalismo, que tiene como fundamento la explotación del trabajo, lo mismo devasta la ecología que la salud de la gente. Para el caso de la agricultura, y con la promesa de acabar con el hambre, implementó –primero– la Revolución Verde, se siguió con labiotecnología y hoy insiste en los transgénicos. Proceso que se complementa –a nivel de la alimentación– con la fast food y la comida chatarra, con la promoción del consumo masivo de drogas, alcohol y tabaco, y con el uso indiscriminado de medicamentos farmacéuticos, lo mismo que con el propio fomento del consumo de alimentos transgénicos.

La proliferación de tóxicos en los alimentos, en el aire, el agua y la tierra ha conducido a enfermedades crónico-degenerativas a buena parte de la población mundial. Por ejemplo, el 9 de septiembre de 2011 Asa Cristina Laurell escribió en La Jornada que: “las cuatro enfermedades no trasmisibles (ENT) más comunes –cáncer, diabetes, males cardiovasculares y de pulmón crónicos– representan 60% del total de las defunciones mundiales”.

Otro reporte aparecido el 21 de septiembre de 2012 señaló: “En América, indicaron la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), tres de cada cuatro personas padecen una de estas enfermedades. Unos 4.45 millones de personas mueren al año por causa de alguna de ellas, lo cual representa casi 75% del total de defunciones en la región. De esta cifra, 1.5 millones de personas mueren antes de cumplir 70 años”.

En el caso de México cifras recientes señalan que 35 millones de personas mayores de 20 años viven con riesgo de sufrir un infarto. El 7 de agosto del 2012, Salomón Chertorivski –aún como secretario de Salud del gobierno federal– declaró que las enfermedades de larga duración como diabetes, hipertensión arterial y colesterol elevado –a las que habría que añadir el cáncer– provocan 75 de cada 100 muertes en el país. Pero quizá, lo más alarmante a resaltar es que el 73% de los mexicanos sufren de sobrepeso y obesidad, problema que está relacionado con la mayoría de las enfermedades crónico-degenerativas, de acuerdo con los recientes señalamientos de Mauricio Hernández Ávila, del Instituto Nacional de Salud Pública.

Vinculado a esto, recordemos lo que ha venido señalando Alejandro Calvillo, director de El Poder del Consumidor, que durante el sexenio de Felipe Calderón murieron 500,000 personas de diabetes y que, si esta tendencia se mantiene, morirán 700,000 en el sexenio de Peña Nieto.

Por ello, como señaló Abelardo Ávila Curiel, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, frente al bombardeo de comida chatarra –y demás– lo menos que los mexicanos podemos hacer para consumir comida sana es recuperar la dieta tradicional de maíz, frijol, verduras, frutas y un poco de carne, que “va (más) en armonía con el genoma del mexicano” (La Jornada del Campo, 20/10/12).

Cabe recordar que es por medio de los alimentos que se satisface la necesidad más elemental, no sólo en términos de nuestra economía, sino también desde el punto de vista de nuestra salud. Reproducimos nuestra fisiología por la vía de los alimentos porque de ellos dependen las estructuras tisulares y celulares del cuerpo.

La comida sana se construye metódicamente por medio de un conjunto o sistema de alimentos y no a partir de alimentos sueltos –por más sanos que sean– y mucho menos a partir de que un alimento que contenga antioxidantes o alguna cualidad maravillosa. Siguiendo la máxima hipocrática de que “para que el alimento sea tu medicina”, al elegir tal o cual conjunto de alimentos, es necesario considerar las condiciones climáticas, pues la comida que consideramos sana para los costeños no puede ser la misma que para los esquimales. Lo mismo cabe señalar respecto de la constitución física o la edad de las personas y su actividad física. No podemos alimentar de la misma manera a un niño que a un anciano, a un labriego que a una secretaria.

Bien dice el proverbio popular que somos lo que comemos, y es mejor que lo hagamos con relación a estos referentes ambientales, físicos, laborales, etcétera.

Desde una de las perspectivas de la medicina natural, la salud es el estado natural del cuerpo; por ello, la insistencia en el término natural y la invitación al regreso a una vida natural frente a lo artificioso de la gran industria de alimentos capitalista que busca sustituir la agricultura por el laboratorio.

Podemos decir que los alimentos tienen una ecología interna, lo cual queda destruido a partir de la elaboración química sintética del laboratorio de la industria capitalista de alimentos. Incluso desde el simple hecho de la refinación de los alimentos; por ello también la insistencia en lo integral de los alimentos, justamente por su ecología interna y por la integración equilibrada de sus componentes nutrimentales.

Y qué decir de los términos orgánico o ecológico frente a la desertificación de los suelos o frente a la muerte de su microbiología, a partir del uso indiscriminado de agro tóxicos y de barbechos inadecuados y excesivos. No son términos redundantes sino precisos frente a la devastación de la ecología, de la biodiversidad, de todos los organismos vivos que lleva a cabo el depredador sistema moderno de producción capitalista.

Por supuesto que no estamos invitando a que todo mundo se ponga a dieta –en el muy mal entendido significado de la palabra–. En todo caso retomemos el sentido original de la palabra griega diaita –de acuerdo con Hipócrates–, que significa forma o estilo de vida. En ese sentido sí sería bueno que adoptáramos una nueva forma de vida naturalista y ecológica frente al muy destructivo modo de vida capitalista.

Fuente: La Jornada.

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