Los sucedáneos de la leche materna no sólo han sido causa de malnutrición, infecciones y enfermedades diarreicas sino también se han asociado a la gran pandemia de sobrepeso y obesidad que se sufre en el mundo. Estudios epidemiológicos demuestran que los incrementos en sobrepeso y obesidad se observan desde edades muy tempranas como de 0 a 6 meses de edad. Esto demuestra que gran parte del problema es por causas ajenas a los “hábitos de alimentación o sedentarismo”. ¿Cómo es posible que un infante presente obesidad antes de probar alimento alguno más que la fórmula láctea?
El UNICEF estima que el abandono de la lactancia natural es factor importante en las muertes de por lo menos un millón de niños por año. Muchos más sobreviven a pesar de no ser amamantados, pero sufren deficiencias en su crecimiento y desarrollo. Esto sucede a pesar de las abrumadoras pruebas científicas de que la leche materna es notablemente superior a cualquier producto que puedan crear nuestras tecnologías. La ciencia está redescubriendo lo que ya sabían nuestros bisabuelos: que la lactancia materna es el “tratamiento personal” perfecto que brinda la naturaleza a todos los recién nacidos.
A los sucedáneos de lactancia materna se están añadiendo cantidades de azúcar que normalmente un bebé no consumiría de manera natural. La Organización Mundial de la Salud establece que los bebés no deben consumir azúcar ni sal añadida ya que puede interferir en sus gustos, además de los impactos en salud que pueden tener. Entre los tipos de endulzantes que se presentan en las fórmulas infantiles de continuación son: sacarosa, oligofructosa, maltodextrinas, jarabes de maíz, sólidos de maíz, fructosa y miel de abeja.
El Estado mexicano debe obligar a la industria de sucedáneos de la leche materna cumplir el Código Internacional para los Sucedáneos de la Leche Materna, el cual firmó comprometiéndose a regular a la industria y no lo ha hecho. El gobierno mexicano debe dar prioridad a la infancia y no a la industria.