Se va Elba Esther, ¿y la chatarra en escuelas, cuándo? - Alianza por la Salud Alimentaria

Se va Elba Esther, ¿y la chatarra en escuelas, cuándo?

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Alejandro Calvillo* | México D.F. 5 de marzo, 2013. Aun antes de que la maestra Elba Esther Gordillo fuera arrestada, varios grupos que promueven la mejora del sistema educativo habían señalado que remover a la líder del sindicato magisterial era insuficiente para eliminar todos los lastres que han degradado progresivamente la educación en México.

Varias organizaciones sociales y académicos hemos coincidido con esa afirmación, ya que la destitución de la lideresa sindical no modificará el mercado cautivo en que se han convertido las escuelas de educación básica.

La mercantilización de estos planteles deja cada año a la industria de alimentos y bebidas procesadas una ganancia de $20,000 millones de pesos, desvirtuando totalmente el sentido pedagógico original de las cooperativas escolares dirigidas a desarrollar el espíritu de cooperación entre los escolares.

Un estudio realizado en 2008 por investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública documentó lo que ocurría en 26 escuelas del sur del DF: los alumnos tenían hasta cinco oportunidades para comer durante su estancia en el plantel. Además, los desayunos escolares contenían altas dosis de calorías, no había bebederos de agua potable y para colmo los estudiantes sólo tenían nueve minutos a la semana de actividad física vigorosa. La conclusión del INSP fue que el ambiente escolar era un ambiente obesigénico.

La gravedad de esta situación ha provocado que algunos inspectores de zonas escolares levanten la voz. Han cuestionado que las cooperativas escolares hayan sido concesionadas a particulares con la excusa simplista de que así se generan fondos para los planteles, cuando la realidad es que las grandes ganancias se quedan en manos de particulares a costa de la salud de los alumnos. Los inspectores más conscientes han solicitado que se busquen otros mecanismos para obtener fondos ante la urgente presencia de profesionales de la salud, como nutriólogos, en la definición de los alimentos que vende la escuela.

En este entorno, lo más cuestionable es la complicidad del gobierno federal y las autoridades educativas con las empresas de alimentos y bebidas procesadas. En septiembre de 2007 denunciamos que la Secretaría de Educación Pública estaba poniendo las escuelas a disposición de las empresas productoras de refrescos y botanas, cuando legalizó la irrupción masiva de productos de Pepsico y Coca-Cola e incluso presentó oficialmente los programas empresariales de supuesto corte social: Vive Saludable Escuela (Pepsico) y Movimiento Bienestar (Coca-Cola).

Con esta decisión, la entonces titular de la SEP, Josefina Vázquez Mota (la “querida amiga” de Elba Esther Gordillo), mantuvo los centros escolares como campo de batalla entre dichas empresas, que incluso ofrecían sobornos a los directivos de escuelas y cooperativas, pagándoles en especie por la exclusividad.

Esto sucedía mientras decenas de Congresos estatales estaban legislando a favor de retirar la comida chatarra de las escuelas; mientras la Secretaría de Salud recomendaba disminuir el consumo de alimentos y bebidas con alto contendido de azúcares; mientras la Organización Mundial de la Salud proponía esa reducción, sobre todo entre la población infantil.

Incluso los lineamientos para el expendio de alimentos y bebidas en las escuelas fueron suavizados por presión de las empresas; lineamientos que esta administración debe fortalecer para que sólo sean vendidos alimentos y bebidas saludables en los planteles.

Expertos en temas pedagógicos han calificado como inaceptable lo ocurrido en las escuelas en los últimos 20 años. Se suponía que deberían ser un espacio para la formación ciudadana, el desarrollo del carácter, para una pedagogía activa, un espacio crítico puntal del ejercicio ciudadano, plataforma y base para una sociedad distinta. En cambio, se han transformado en espacios que producen obesos, en sitios de violencia, con alumnos con problemas serios de lecto-escritura.

Pese a ello, la experiencia ha demostrado que es posible instrumentar cambios sencillos que den resultados a corto plazo en beneficio de la salud del alumnado. Por ejemplo, los investigadores del INSP que estudiaron 26 planteles en el DF acordaron con las autoridades escolares aumentar la disponibilidad de frutas y verduras, reducir las oportunidades para comer, instalar un garrafón de agua en cada salón, aumentar la actividad física y desarrollar un programa de educación nutricional. Así, el consumo de comida y bebidas chatarra se redujo en 76%.

La Zona Escolar 30 en el DF realizó un estudio en el que encontró que 80% de los niños desayunaba productos con altas concentraciones de azúcar y grasa antes de asistir a la escuela. Ya en clases, este consumo proseguía. Por ello, se realizó una prueba piloto en la Secundaria Vespertina 18, donde 70% de los alumnos presentaban sobrepeso y obesidad. Durante un mes ofrecieron productos nutricionales de bajo costo, como hamburguesas de soya, esquites, molletes, amaranto y postres de fruta. Los estudiantes pasaron de la sorpresa a una elevada aceptación de estos alimentos, y las ventas de la cooperativa nunca disminuyeron.

Si estas experiencias dejaran de ser casos aislados y se convirtieran en una política oficial, podríamos presenciar una auténtica reforma educativa. Es urgente restablecer el orden en las escuelas públicas, para que la salud y el desarrollo de las capacidades de los alumnos sea la máxima prioridad, para despojar el enfoque mercantilista que se ha conferido a los planteles, para que vuelvan a ser por encima de cualquier otra consideración centros formativos, o “establecimientos de enseñanza”, como dicen los “tumbaburros”.

El Pacto por México y la reforma a la Ley de Educación establecen que en las escuelas sólo se ofrecerán alimentos saludables, exijamos que así sea y que no quede como un pronunciamiento demagógico.

* Director de El Poder del Consumidor
(con la colaboración de Gerardo Moncada)

Fuente: www.m-x.com.mx/2013-03-05/se-va-elba-esther-y-la-chatarra-en-escuelas-cuando-por-alejandro-calvillo/

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